viernes, 16 de abril de 2010

Un misterio invisible

Basta con cerrar los ojos, inhalar y abrir el pecho para que una serie de sensaciones se transmitan a nuestro cerebro. Todo esto gracias a un sólo sentido, fascinante por su misterio, complejidad e invisibilidad: el olfato.

El olfato nos hace percibir olores y participa en el mundo de las relaciones afectivas más de lo que imaginamos, con ello el sentirnos atraídos por otras personas. Por muy sorprendente que parezca, el olfato nos guía hacia personas con nuestras mismas inclinaciones.

Gracias a unas pequeñas e invisibles sustancias que segrega el cuerpo, es que podemos sentirnos atraídos por otra persona sin ni siquiera saber por qué, se crea una química invisible, inexplicable pero real.

El olor de cada persona es único, reconocible. Y el contacto de los cuerpos al saludarse o despedirse, permite percibir la fragancia del otro, fragancia que permanece aún cuando la otra persona ya se ha ido y nos hace recordarlo de una forma más intensa.

A diferencia de los otros sentidos, el olfato tiene un distintivo que lo convierte en único, esto es su gran memoria. El olfato es el más fiel de los cinco sentidos, pues el olor permanece por siempre, pueden pasar años y aún podemos recordar olores de nuestra infancia, el olor de nuestra madre, de nuestra pareja, etc. El olor también nos puede hacer sentir consuelo, al oler alguna prenda de alguien que se ha ido. Raramente, nos sentimos atraídos por personas con un olor diferente al nuestro.

Lo único que nos queda es cerrar los ojos y dejarnos guiar por el incomprensible universo de los olores en este mundo tan racional; pues emociones y recuerdos nos esperan. (♥)

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